Tenía que levantarme, y comenzar con mi día, algo no me dejaba, mi cabeza se apagó y me sentí sin vida, mis ojos no se abrían y la cabeza me mataba. Paré unos minutos y me recuperé me senté en la cama me miré al espejo, y estaba blanca, más de lo normal, ojeras violetas y el maquillaje corrido de lágrimas de la noche anterior. Me miré, me asusté y lloré otra vez. Paré unos segundos más, me cambié, me lavé la cara y me fui. Salí y sentí esa sensación de miradas siguiéndote y susurrando cosas, me sentí muy incomoda, me puse los auriculares y trate de poner la mejor cara y seguir caminando. Llegué y comenzaron las preguntas, ¿qué te pasa? ¿Estás bien? ¡Estas muy blanca! ¿Estás tomando tus pastillas? Me ahogaron de preguntas similares, tanto el colegio, como mis amigos y en mi casa, no aguanté, exploté y lloré, lloré y lloré no había contención alguna, nada podía calmar mi cabeza y sus pensamientos que se crean en mi triste soledad. Mi mente me estaba volviendo a jugar conmigo, y ya era demasiado tarde para frenarla, me ganó, y acá estoy, otra vez sola, con miedo e insegura, sangrando, llorando, y esperando a que me vuelvan a descubrir, ahí llegará mi fin, mi encierro entre paredes frías llenas de almas perdidas, yo sola me entiendo, toqué fondo.